No me queda más que levar anclas, quemar las naves y adentrarme en el misterioso camino del azar. El golpeteo de las teclas, primero suave y luego cada vez más duro, va marcando los golpes de vino tinto que bebó a sorbos de esa copa malgastada. Su foto esta sobre la cubierta astillada y despintada del piano, vibrando con cada nota, estremeciendo mi corazón con las miradas furtivas que deja escapar desde esa esquina maltrecha, miradas que nunca volveran.
La melodía siempre es la misma, el vino es el mismo, el sabor a cansancio de mi boca siempre es el mismo, todo es igual, todo permanece como lo dejaste esa noche que decidiste abandonarme entre humo de cigarro y musica de sax. Yo soy la misma, no he cambiado. Mi rutina es la misma, cada viernes estoy aquí, en el mismo lugar, tocando la misma canción esperando a que vuelvas por esa puerta, a que tu recuerdo se evapore o que de una ves por todas me fulmine con la ultima nota de nuestra canción.
La gente siempre es la misma, aunque con algunos cambios, Joe el cantinero sigue aquí, regalandome ese trago de cortesía. Linda, tuvo a su hijo, que ahora es mesero honorario en este lugar y Luis, aquel con quien siempre reñias de política, murió hace unos días. Y tu lugar sigue ahí, nadie más lo ha ocupado, pareciera como si los clientes y el destino, estuvieran esperando nuestro reencuentro, esperando a que el viento lleve esta canción y te traiga de regreso.
Pero el viento nunca te trae de regreso, trae miradas curiosas, proposiciones indecorosas, ventiscas con aguanieve, pero nunca te trae a ti. No me queda más que levar anclas, quemar las naves y adentrarme en el misterioso camino del azar, dejaré que esta ultima canción abra mis alas entumecidas, porque esta noche ya no te esperaré más.
La melodía siempre es la misma, el vino es el mismo, el sabor a cansancio de mi boca siempre es el mismo, todo es igual, todo permanece como lo dejaste esa noche que decidiste abandonarme entre humo de cigarro y musica de sax. Yo soy la misma, no he cambiado. Mi rutina es la misma, cada viernes estoy aquí, en el mismo lugar, tocando la misma canción esperando a que vuelvas por esa puerta, a que tu recuerdo se evapore o que de una ves por todas me fulmine con la ultima nota de nuestra canción.
La gente siempre es la misma, aunque con algunos cambios, Joe el cantinero sigue aquí, regalandome ese trago de cortesía. Linda, tuvo a su hijo, que ahora es mesero honorario en este lugar y Luis, aquel con quien siempre reñias de política, murió hace unos días. Y tu lugar sigue ahí, nadie más lo ha ocupado, pareciera como si los clientes y el destino, estuvieran esperando nuestro reencuentro, esperando a que el viento lleve esta canción y te traiga de regreso.
Pero el viento nunca te trae de regreso, trae miradas curiosas, proposiciones indecorosas, ventiscas con aguanieve, pero nunca te trae a ti. No me queda más que levar anclas, quemar las naves y adentrarme en el misterioso camino del azar, dejaré que esta ultima canción abra mis alas entumecidas, porque esta noche ya no te esperaré más.
Imagen cortesía de Karen Alvarado
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