Ha llegado el momento de encallar en algún puerto. Dejar de navegar entre bocas, besos y vientres con sabor a sal. Dejar la aventura de perenoctar en una playa virgen y desconocida cada que se oculta el sol. Soltar las amarras en la playa que desdibujan tus caderas firmes y dejar mi ancla en el manantial de tus ojos, para salvarme con la luz de tu mirada.
14 de diciembre de 2009
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