Este es el lobo solitario

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29 de noviembre de 2009

La caja

Cuando fui niño,
la vida era sencilla,
una caja era un coche
y el amor era puro.

Cuando fui joven,
la vida era compleja,
una caja era una caja y
el amor dolia.

Cuando fui adulto,
la vida era presión,
una caja era un archivo
y el amor se desvanecía.

Ahora que soy viejo,
la vida es tranquila,
una caja es mi reposo
y el amor, el amor mi vida.

27 de noviembre de 2009

Mi vecindario

No quiero volver a las calles colmadas de recuerdos, donde se escuadriña mi niñez entre adoquines mal gastados por la lluvia de melancolia; no quiero volver a tropezar con las piedras de la decepción, en el parque donde juegan mi memoria escondiendose entre arbustos para evitar que recuerde. Dejaría restos de nostalgía en cada paso hasta que mi suela se manchará de tristeza, derramaría tantas lagrimas ante la iglesia donde esta mi abuelo, que se pedería el sentido de la visita. No quiero volver a esas calles por el miedo a ser un extraño, por el temor a ser un recuerdo carcomido entre la pintura desgastada de fachadas que se derrumban. No, yo no quiero volver a mi vecindario, para encontrar al niño que perdí entre las tardes bañadas de sudor trepando los árboles; ahora es tiempo de volar a otros mares, reivindicar el camino y dejar mi pasado en paz.

21 de noviembre de 2009

Si sumo mi soledad a la tuya

Era el fin del mundo. O eso decían los diarios, la televisión, la radio, el tiwtter y todos los medios posibles. El mundo estaba en histéria colectiva, los coches en llamas se apilaban por las autopistas, los supermercados se vaciaban más cada segundo, supuestos profetas caminaban por la calle pregonando evangelios apócrifos y sin embargo yo, si yo, estaba tranquilo ahí sentado junto a la ventana pensando en ti.
Se preguntaran ¿cómo es posible, que alguien piense en ella, cuando el fin del mundo esta cerca? yo mismo me hacía esa pregunta, mientras veía a una pareja de novios corriendo entre los autos abandonados de mi calle. Y la respuesta llegó, de golpe, como suelen llegar las respuestas importantes de nuestras vidas; y es simple, pensaba en ella, por que ella era mi mundo y mi mundo había terminado hace 2 años.
Fue una tarde de invierno, en el cuarto frio y esteril de un hospital, en ese momento, el cuarto se parecía mucho a mis sentimientos; me mantenía al límite, escuadriñando mis miedos en falsas sonrisas y palabras de aliento. Ella llevaba 4 días postrada en la cama, recuperandose de una extracción de quistes "inofensiva", o eso habían dicho los doctores, y digo habían, porque se complico y ahora ella, tenía que estar conectada a diferentes cateteres para mantenerse en esa lucha por su vida.
Su piel antes de un color rosado y vivo, se había tornado a un tono palido; la fuerza de su voz, se opaco con el sonido constante del respirador que la mantenía con vida y el fuego de sus ojos, que yo recordaba mientras miraba esos autos ardiendo, se apago con el frío carcomiente de la habitación.
Había ido a tomar un café para mantenerme despierto y entonces sucedió. Un carro con un desfribilador paso rapidamente a mi lado derramando el café sobre mi camisa y entrando a su habitación, corrí tras de el, pero al llegar al cuarto me impidieron la entrada. Hubo ruidos electricos, golpes en la cama y al final, por fin el fin, el silencio sepulcral se apoderó del pasillo y resonó la voz del médico de guardia: "Hora del deceso, 6:00 pm".
Ahí fue cuando mi mundo terminó, por eso el fin del mundo solo era un nombre, una noticia, un encabezado, un adjetivo que pasaba de más en mi vida, una solución para mi agonía prolongada durante tanto tiempo.
Así mientras veía como iba extinguiéndose la vida en el planeta, solo pude pensar en que mi soledad terminaría, y recordé esa frase que algun día ella me dijo: "Si le sumo mi soledad a la tuya, que obtengo, dos soledades o ninguna" cerré mis ojos y mientras me fui desintegrando con el planeta, fui uniendome con ella en la eternidad.

7 de noviembre de 2009

Temprano de mañana

Hoy te despertaste y fuiste conciente de su ausencia. El frio de la noche habia recorrido centimetro del calcio de tu huesos y habia transformado tu cuerpo en un saco helado cubierto por un par de sabanas viejas y roidas. La luz del sol se filtro por la delgada rendija que escuadriñaba tu ventana y esas cortinas amarillas un poco desgastadas; y se deslizo desde tu cuello hasta tu ojo derecho e hizo que te despertaras. Extendiste tu mano y te diste cuenta del espacio vacio, inocuo, frio, ausente, que se encontraba a tu lado. Su ausencia se iba arrastrando hacia ti, se metia entre tus poros y te carcomia, te iba quemando como una pequeña brasa que poco a poco consume el cigarro que se queda olvidado en un viejo cenicero. Te incoporaste con pesades, viste la hora en ese viejo reloj que cortaba el silencio con el ruido de sus manecillas y decidiste que era tiempo de olvidar.

6 de noviembre de 2009

No soy yo

No soy yo
No soy yo, el que esta ahí
el que te desnuda con caricias,
el que sueña con tu boca.
No soy yo, el que te mira insistentemente,
tampoco soy el que sana tus heridas
o el que no se cansa de besarte.
Noy soy yo, el mar que besa tus pisadas,
el navio esperando en tu puerto,
ni la playa donde pasean tus sueños.
No soy yo, ni lo sere, ni pienso serlo;
solo soy aquel que te ama,
cada noche durante las madrugadas.